¿Cómo saber si un vino se ha echado a perder?
Aunque el vino es un producto vivo y, en muchos casos, capaz de evolucionar positivamente con el tiempo, también puede deteriorarse si no se conserva en las condiciones adecuadas o si ha pasado más tiempo del que su tipología permite. A diferencia de otros productos, el vino no lleva fecha de caducidad, pero sí muestra señales evidentes cuando ya no está en condiciones óptimas para su consumo.
En Bodegas Carpe Diem, donde elaboramos vinos locales de forma artesanal en la provincia de Málaga, sabemos que cada botella refleja el trabajo de muchas personas, de una tierra concreta y de un clima determinado. Por eso es importante también saber identificar cuándo un vino ha perdido su esencia.
Ejemplos visibles cuando un vino se ha estropeado:
Cambios en el color
Una de las primeras señales visibles que puede indicar que un vino se ha echado a perder es el cambio de color. En los tintos, es común que se vuelvan más marrones o cobrizos si han estado expuestos al oxígeno en exceso. En los blancos, el tono suele oscurecerse hacia un amarillo más profundo o incluso ámbar.
Estos cambios no siempre implican que el vino esté en mal estado, pero pueden ser una advertencia, especialmente si van acompañados de otros signos como olor extraño o sabor desequilibrado.
Ejemplo práctico:
Si abres una botella de tinto joven y el vino tiene un color similar al de un brandy, es probable que haya envejecido fuera de control, ya sea por luz, temperatura o mala conservación.
Aromas extraños o desagradables
El olfato es un gran aliado para detectar vinos en mal estado. Un vino sano transmite notas frutales, florales, minerales, especiadas o tostadas, según su tipo y crianza. Si al acercarte a la copa percibes alguno de los siguientes olores, es señal de que algo no va bien:
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Vinagre o manzana fermentada: suele indicar una oxidación avanzada o que se ha convertido parcialmente en ácido acético.
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Cartón mojado o trapo húmedo: típico del vino que ha sufrido “cork taint” (vino picado por un corcho contaminado con TCA).
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Huevos podridos o azufre: exceso de sulfitos o contaminación por bacterias.
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Queso rancio o establo: puede deberse a bacterias no controladas durante la fermentación.
Ejemplo práctico:
Si un blanco joven huele más a vinagre que a fruta fresca, no es que tenga una personalidad intensa: seguramente se ha echado a perder.
Sabor plano o agresivo
El gusto es la prueba definitiva. Un vino dañado suele perder su equilibrio: puede resultar excesivamente ácido, amargo o alcohólico, sin matices, sin estructura y sin final. La sensación en boca se vuelve plana o directamente desagradable, un vino dañado tiene ciertos matices al probarlo.
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Puede resultar ácido sin elegancia, áspero o excesivamente alcohólico.
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En vinos dulces, puede volverse empalagoso o sin matices, como si solo quedara azúcar.
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En tintos, desaparecen los taninos suaves y aparece una sensación de vino plano, aguado o metálico.
Ejemplo práctico:
Un vino tinto reserva debe tener complejidad y estructura. Si al probarlo notas que es delgado, sin aroma y con final amargo, probablemente ha sufrido deterioro por mala conservación.
Corcho o tapa en mal estado
Observar el estado del corcho o del tapón también puede ofrecer pistas. Un corcho que sobresale de la botella o está muy seco puede haber permitido la entrada de oxígeno, algo que acelera el deterioro del vino. Si hay restos de vino en el cuello de la botella o el corcho está roto al sacarlo, es aconsejable examinar el contenido antes de servir.
Ejemplo práctico:
Si al abrir una botella el corcho está blando, con olor a humedad o se rompe al extraerlo, es aconsejable probar el vino con precaución.
Mal almacenamiento o exceso de tiempo
Algunos vinos están hechos para guardarse y evolucionar. Pero otros, sobre todo los jóvenes o de consumo rápido, tienen una vida más corta.
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Un blanco joven o rosado se disfruta mejor en el primer o segundo año tras su embotellado.
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Un tinto sin crianza suele estar en su punto durante los 2 o 3 primeros años.
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Los vinos con crianza o dulces naturales pueden aguantar más, pero solo si se han conservado correctamente.
Ejemplo práctico:
Una botella olvidada en una cocina calurosa durante dos veranos seguidos, aunque no esté abierta, probablemente no estará en condiciones óptimas aunque esté dentro de su año recomendado.
¡Cuida tu vino!
El vino no “caduca”, pero sí pierde su expresión, equilibrio y disfrute si no se cuida como merece. Saber reconocer cuándo un vino ha perdido sus cualidades es tan importante como saber degustarlo. Color, aroma, sabor y estado del corcho son tus mejores guías.
En Bodegas Carpe Diem, cuidamos cada botella desde la viña hasta el cliente. Nuestros vinos artesanales, elaborados en Málaga, reflejan la identidad de una tierra y el trabajo de manos expertas. Para disfrutarlo como debe ser, consérvalo en lugar fresco, oscuro y sin oscilaciones de temperatura, y no dudes en consultarnos si tienes alguna duda sobre su consumo óptimo.